Estoy acaso en penumbra de clara luz,
un universo aterrado de conciencia loca,
el devenir implacable que acecha,
la fría y cruel realidad que estremece.
El paso, movimiento acompasado,
cada paso continuado y lento
que llega al final,
que no sé por qué ni cómo,
que se abre el cielo igual.
El estruendo de la vida que estruja
y oprimen mi cerebro,
saltan de allí los pensamientos,
la loca máquina idearia desde siempre.
Un corazón vestido de herrajes dolorosos,
en el tumulto perdido va.
Pobre infeliz esqueleto atolondrado,
carne pegada insistente, tenaz en cada paso,
osado paso pese al dolor.
El aire, oxígeno, milagro endiosado en los pulmones,
en la corriente de sangre inexorable.
Y estás, luciérnaga brillante,
puedo ver que estás allí
que no te has ido.
Hada del mundo de los insectos,
un rescate de cordura,
en la inmensidad de cavernas
del temido y profundo.
Acechar de presagios malditos
que quiebran el día.
Invéntame un sol de otro color!
Te encontré sin buscarte
frágil y eterno amor- humano,
como agua se escurre entre mis dedos,
y en claro cántaro se vierte,
dejando cuenco vacío
por tu temor acaso al amor mío.
Es tan efímera la vida, tu bien lo sabes,
y ya no puedo con tu ausencia,
no hay huída.
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