sábado, 19 de enero de 2013

Intiempos


 Las hojas duermen un sueño imposible
- a orillas de la vereda -
donde martillean las soledades
que acompañan al implacable,
como si fuera el tiempo.
Y vos te remontás, sos cometa de la primavera,
hombre que latís en mi torrente.
Y vuelvo al tiempo de las vendas
que arrancan las sombras de tus ojos,
de tu azul, de tus grandes manos,
tus hombros de caballito en el jardín del encierro;
donde los pájaros cuelgan de los árboles,
volando a vos por los cielos del Uruguay.
 Pero vos sos el norte ahí, o en ésa cama árida,
gotas chiquitas que no cesan de doler.
Acaso al intentar ver la ventana,
la mañana se tragara tu dolor
como una gran boca piadosa.
Me decís a nombre, me repetís el amor,
y mis manos quieren ser palomas en tu espalda,
pero solo son manos, que no te pueden cubrir,
y se miran las dos, se miran,
como ojos de almas llenos de la imposibilidad,
goteando tristes como pétalos de flor arrancada.
 
   

Quietud


Había un tiempo dice mi madre
-que habla con el tiempo al costado-
que el Uruguay no tenía segundos ni nada,
que todo se había ido,
menos el Uruguay que no podía
salir para ningún lado,
pero dice que hasta los peces se habían ido.
Lo dice así, con el tiempo que la mira
sin decir nada y con cara de siempre.