El trajo todos los silencios
a mis labios,
los dejó húmedos
de sonidos secretos.
Clavó una cerradura
en mi boca.
Selló sin beso, las puertas
de mi canto.
Aún se siente el sonido
de las campanas antiguas
que repiquetean sin parar,
sin callar.
Ésas campanas
como labios endurecidos
a hierro del silencio.
Son una mueca en la risa
del nocturno.
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