Decime a cuánto del suelo del bestial,
a cuánto techo que permitió el llanto,
a cuánto de tus piernas, tus oídos,
o el padecer dolido en los hermanos.
A cuánto del grito de cada compañero
sin distancia entre los nuestros,
casi vivos, casi muertos, no vencidos.
Mi mano entre el alambre
y tus brazos de pájaro,
tus tobillos de caballo
que trotan a la libre.
Volá papá, volá.